Las lesiones deportivas pueden acabar con una carrera. Conjuntamente con la atención médica, la recuperación emocional es clave para conseguir que un atleta de alto rendimiento vuelva a su nivel competitivo.
La imagen del tobillo inflamado de Neymar, al finalizar el cotejo de Brasil (2) frente a Serbia (0), con el cual el equipo sudamericano se estrenaba en la Copa del Mundo Catar 2022, causó enorme preocupación en la hinchada y los medios especializados. El astro brasileño tiene un historial extenso de lesiones que lo han apartado de las canchas, que incluyen dos fracturas: una vértebra lumbar y el quinto metatarsiano del pie derecho. Esta última, originó una para de casi 100 días, antes del Mundial de Rusia 2018.
Y como él, la lista de estrellas caídas por problemas médicos resulta casi interminable. Rafael Nadal tuvo complicaciones con su espalda, lo que le dejó sin participar en Wimbledon y los Juegos Olímpicos en 2021. Cristiano Ronaldo sufrió la rotura de uno de los ligamentos del pie derecho, cuando jugaba en el Manchester United, ocasionándole 94 días sin actividad, en el 2008. Derrick Rose se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda, su recuperación tomó 12 meses, afectando dos temporadas. Nunca volvió a jugar igual en la NBA.
Si bien el cuerpo con el tratamiento y técnicas adecuadas sanará, en ocasiones es necesario atender la mente para no perder a un atleta de élite. Luego de una lesión grave, el deportista pasa por varias fases: el duelo, incluye momentos de angustia e incertidumbre de cara al futuro, está en riesgo la carrera, becas o titularidad en el equipo; la negación, manifiesta un momento de raciocinio (aunque sin argumentos técnicos), que conduce a creer que el panorama no es tan complejo como lo pintan y que tratamientos no invasivos serán suficientes; la aceptación, matizada con el paso del tiempo, se interioriza esta realidad y fijan pequeñas metas que sirven durante la rehabilitación, como mover el miembro afectado, sostenerse en pie, dar pasos, etc.; el enfrentamiento, es la más difícil ya que en ella el miedo domina la escena, producto de órdenes inconscientes emitidas como mecanismo de protección.
Gabriela Zambrano, psicóloga deportiva del Ministerio del Deporte del Proyecto de Ciencias Aplicadas al Alto Rendimiento, explica: “el cerebro se contiene. Es decir, piensa en pasado. Al deportista es fundamental enseñarle a pensar en presente y en futuro, teniendo en cuenta que el miedo va a estar allí; pero, obviamente es necesario vencerlo. Por eso el acompañamiento en esta fase debe ser continuo”.
La atención del psicólogo deportivo no se cumple en un consultorio, es un trabajo de campo. Su presencia en la cancha es imprescindible para, conjuntamente con el director técnico o coach, sumar situaciones difíciles en el entrenamiento que reten al atleta y analizar cómo las confronta. La intención es estimular su lado cognitivo que le faculte razonar en busca de soluciones.
En el proceso de recuperación emocional incidirán múltiples factores. De los externos se busca generar situaciones personales positivas que aporten. El apoyo de la familia es uno de notable influencia. Entre los internos destaca la personalidad y cómo controla los sentimientos de frustración ante el problema.
“Lo toma como un desafío o como algo que no le deja avanzar. Se hace una labor conjunta con el fisioterapista y se refuerza con pensamientos y frases positivas. Si persiste el miedo se retiene al deportista. Se hacen válidas las emociones y sentimientos y se le incentiva a seguir trabajando”, comenta Gabriela. Queda claro, que no existen fórmulas mágicas, sino un trabajo sostenido y personalizado.
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