La presencia de alérgenos en el ambiente como polen, ácaros del polvo, pelo de animales y partículas de contaminación, hace que se active el sistema inmunológico. Este produce una respuesta, liberando histamina, que desencadena los síntomas alérgicos.
La llegada del verano está marcada por el cambio de las condiciones ambientales. La más notoria es la elevación de la temperatura, en el transcurso del día, con descensos repentinos por la noche. La presencia de fuertes vientos también es otro de los componentes, con el traslado de partículas que ingresan por las vías respiratorias.
Este cuadro incrementa la presencia de alergias. Según el Dr. Gregory Celis, director médico de Laboratorios Bagó, “pueden manifestarse a través de una variedad de síntomas, como estornudos, picazón en la nariz, congestión nasal y ojos llorosos, y suelen activarse más frecuentemente en verano, por la cantidad de alérgenos a los cuales nos expone esta época, como polen, ácaros del polvo, moho, pelo de animales y partículas de contaminación ambiental”.
El especialista explica que cuando una persona entra en contacto con alérgenos, el sistema inmune los reconoce como una amenaza y produce una respuesta. Se liberan sustancias químicas como la histamina, que desencadena la inflamación de las vías respiratorias y generan los síntomas alérgicos. De allí, la necesidad de identificarlos. La intensidad y duración varían en cada persona. Entre los más comunes están:
Estornudos repetitivos: son una reacción natural del cuerpo para eliminar los alérgenos de las vías respiratorias. Pueden aparecer en ráfagas, lo que es molesto en la rutina diaria.
Picazón en nariz y garganta: provoca el deseo de rascar la zona afectada, está acompañada de un bloqueo en la nariz y dificulta la respiración normal. Genera molestias para dormir.
Ojos llorosos, enrojecidos e irritados: muchas personas experimentan este efecto al contacto con alérgenos. Estas molestias visuales afectan la comodidad del paciente.
Tos: crea una sensación de sequedad en la garganta. Su grado varía, desde episodios ocasionales hasta tos persistente, que dificulta el habla y el descanso adecuado.
Congestión nasal: se caracteriza por un efecto de obstrucción en la nariz, que dificulta la respiración normal y puede ir acompañada de una secreción nasal llamada rinorrea.
Dificultad para respirar: en algunos casos, debido a la inflamación de las vías respiratorias, los pacientes pueden sentir ahogo, opresión en el pecho y falta de aire.
Otros síntomas: existe la posibilidad de que las personas alérgicas experimenten fatiga, dolor de cabeza, irritabilidad o dificultad para dormir.
“El manejo de las alergias respiratorias puede incluir medidas preventivas, como evitar la exposición a alérgenos conocidos, mantener un ambiente limpio y libre de polvo, usar filtros de aire en el hogar y eludir el contacto con mascotas u otros desencadenantes alérgicos”, señala el profesional.
El tratamiento, dependiendo del cuadro alérgico, puede usar antihistamínicos, que bloquean la acción de la histamina y ayudan a aliviar los síntomas. La levocetirizina controla la inflamación y el picor asociados con las reacciones alérgicas. “Existen tratamientos adicionales, como los descongestionantes, que pueden ser útiles para aliviar la congestión nasal y reducir la inflamación en las vías respiratorias. Sin embargo, su uso debe ser regulado por un médico por los posibles efectos secundarios que pueda tener”, explica Celis.
Añade que los corticosteroides en aerosol nasal son fármacos empleados como tratamiento y que, para los casos de alergias respiratorias graves o persistentes, la inmunoterapia, o vacunas contra la alergia, puede ser una opción a considerar. “Aquí se administrarán, gradualmente y de forma controlada, pequeñas cantidades de alérgenos específicos, con el propósito de desarrollar una tolerancia a largo plazo y disminuir los síntomas alérgicos”, señala. El Director Médico de Bagó recalca que, si los síntomas son persistentes, se recomienda la evaluación de un médico para su tratamiento y manejo.
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