Según la OMS, a escala mundial, 131,5 millones de personas padecerán Alzheimer en el 2050; 10 millones de nuevos casos se registran cada año y entre un 5% y un 8% de la población de 60 años o más sufre demencia, en un determinado momento. Esta enfermedad requiere de atención especializada.
Gloria se equilibra sobre una de sus piernas y sonríe como una niña de 7 años, al jugar en una rayuela pintada. Al mirarla nadie pensaría que padece de Alzheimer y que en ocasiones piensa que sus hijos son sus tíos o sus hermanos. Con frecuencia pregunta dónde está, quién es y está a la espera de una visita.
Por las noches duerme en en la casa de Daniel, uno de sus seis hijos. Él la hace jugar y la cuida, pero sabe que cada mañana ella olvidará todo lo que ocurrió el día anterior y la aventura otra vez comenzará a escribirse desde cero. Tiene 76 años, su cumpleaños y Navidad son todos los días. De cuando en vez, reniega porque no quiere estar en la casa de su abuela en el campo.
Los datos sobre esta dolencia son alarmantes y la Organización Mundial de la Salud (OMS) los expone para concienciar a las autoridades. Para 2050 se prevé que, a escala mundial, 131,5 millones de personas padecerán la condición de Gloria, 10 millones de nuevos casos se registran cada año, entre un 5% y un 8% de la población de 60 años o más sufre demencia en un determinado momento.
En Ecuador se estima que hay 120 000 personas con Alzheimer. Según el estudio Factores de Riesgo y Prevalencia de la Demencia y Enfermedad de Alzheimer (Farypdea), la dolencia está presente en cuatro de cada 10 personas mayores de 65 años y un tercio de la población mayor de 85 años también la padece.
Quienes tienen padre, madre, hermano o hermana con esta enfermedad cuentan con más probabilidades de desarrollarla y los estudios determinan que las mujeres son más vulnerables que los hombres de enfermarse, porque poseen la variante genética APOE-e4.
Es un mal neuro-psiquiátrico que degenera las células nerviosas del cerebro y disminuye la masa cerebral. Por ello, los pacientes muestran un deterioro cognitivo importante que se manifiesta en dificultades en el lenguaje, pérdida del sentido de la orientación y complicaciones para la resolución de problemas sencillos de la vida cotidiana. Una vez que aparecen los primeros síntomas, los enfermos son más dependientes de otras personas, por tanto requieren ayuda para vestirse, asearse y comer.
Armando Camino es psiquiatra tratante en el Club de Leones, en el Centro de Reposo San Miguel y en SOLCA Núcleo de Quito. Por su experiencia en el campo explica que no hay cura para el Alzheimer, pero que se puede realizar rutinas y actividades para retrasar el deterioro mental. “Es clave que haya una detección precoz del trastorno. Es un punto de partida para poner en marcha los procesos de intervención terapéutica que deben dirigirse al conjunto de la familia del enfermo”, explica.
El especialista aclara que es una demencia degenerativa primaria, considerada enfermedad catastrófica. Todos los medicamentos cumplen la función de regular los agentes químicos que transmiten mensajes entre las neuronas (neurotransmisores), al tiempo que ayudan a conservar las destrezas concernientes al pensamiento, la memoria, el habla y ayudan con ciertos desórdenes del comportamiento.
Además de la medicina, el tratamiento se debe enfocar en adaptar las condiciones de vida a las necesidades de una persona con Alzheimer, para que esta pueda desarrollar y reforzar hábitos que formen parte de su rutina y minimizar las tareas exigentes para su memoria. Se recomienda un equipo multimodal de especialistas como neurólogos, psiquiatras, geriatras, entre otros expertos calificados; así como también áreas que cuenten con un servicio de alojamiento temporal y cuidado para adultos mayores con trastornos mentales para que reciban un cuidado integral.
Hay estudios a escala mundial que han demostrado que una dieta saludable, mantener una vida social activa, evitar el tabaco, el exceso de alcohol y ejercitar, tanto el cuerpo como la mente, podrían reducir el riesgo de padecer Alzheimer, entre un 70% y 80%. Este mal aumenta las afecciones que dañan el corazón y los vasos sanguíneos como las cardiopatías, diabetes, accidentes cerebrovasculares, presión arterial elevada y colesterol alto.
Una investigación realizada en Colombia permitió calcular los costos que puede llegar a originar este padecimiento. Este análisis de 2013 estableció que el valor mínimo directo promedio, de un paciente, por año y por estado de severidad, es de USD 389,89 (leve), USD 1 039,71 (moderado) y USD 2 209,38 (severo).
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