El sueño ayuda al desarrollo y crecimiento de los niños, así como a fortalecer el sistema inmune. Es importante transmitir a los pequeños la idea de bienestar, que produce el descanso. Sobre todo, cuando muchas rutinas diarias cambiaron durante el confinamiento.
Al nacer, un bebé trae en su cerebro 100 mil millones de células, pero apenas el 30% de estas tienen conexiones entre ellas. Ahí se inicia el complejo proceso para establecer los circuitos cerebrales. El cerebro aumenta una libra de peso hasta el primer año de vida y al segundo tiene 300 billones de conexiones nuevas.
Por ello, el organismo del niño necesita tomarse un descanso de su cerebro, aclara el doctor José Rivadeneira Sion, médico pediatra-neonatólogo y especialista en Terapia Intensiva Neonatal, en el Hospital Verdi Cevallos Balda, de Portoviejo. Esto se consigue durmiendo, pues durante el sueño, el niño ‘borra y edita’ la información que le llega y al día siguiente su mente está despejada.
El ritual del sueño debe iniciarse después de la cena, una vez cumplida la higiene bucal, baño, pijama, orar, etc. Es aconsejable leer al menos 10 minutos. La idea es que el niño ingrese a la habitación somnoliento. Si se resiste a dormir los padres pueden mantenerse en su cuarto sin tener contacto visual. El entorno debe ser tranquilo y sereno (sin televisión, ni música, comunicándose con un tono bajo de voz y con escasa iluminación).
Parte de la formación de los infantes es inculcarles hábitos saludables, orden y disciplina. Por eso, no se debe hacerlos dormir a horas diferentes cada día. Para fines prácticos, es preferible que tomen una siesta antes de las 16:00 y que no exceda de 30 a 45 minutos.
Cuando se trata el tema del sueño es habitual la pregunta de los padres: ¿desde y hasta qué hora debe dormir mi hijo? No debe existir un horario impuesto, aunque lo recomendable es un promedio de 10 horas. Las personas tienen sus propias necesidades y costumbres, sobre todo los niños. Mucho más importante es la higiene del sueño. Es decir, cómo las horas de reposo ayudan al crecimiento del menor.
Durante la pandemia, debido al confinamiento, se han adquirido nuevas rutinas. Los niños se han habituado a realizar actividades a deshoras. “Mi consejo siempre es el mismo: los padres deben transmitir una sensación de bienestar para evitar que las consecuencias de la cuarentena, o de una alteración brusca en el día a día, afecten el desarrollo de los pequeños”, afirma Rivadeneira.
La premisa es dormir lo suficiente. Es importante estar atentos a los efectos que genera el no tener un descanso adecuado a sus necesidades. La costumbre de la siesta ayuda, pues ese período se suma a las horas totales de sueño.
Cuando el pequeño no duerme bien se vuelve irritable y esto conlleva a lidiar con problemas de comportamiento y en su desenvolvimiento en la escuela o a la hora de realizar tareas. Es importante prevenir este trastorno, para evitar problemas de concentración y mantener en óptimas condiciones el sistema inmunitario.
Al hablar, por ejemplo, de las modificaciones en la rutina en los infantes, en este caso la hora de dormir, Rivadeneira es claro y recomienda poner en práctica una disciplina positiva y desvirtúa totalmente el castigo físico y/o punitivo. “Si queremos motivar un cambio de conducta debemos mirarlos con firmeza, utilizar palabras amables y cariñosas. Para mí, cada paciente es un mundo y merece un tratamiento único. Lo mismo se debe aplicar para inculcarles hábitos saludables”, concluye.
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