Tres pasos recomiendan los expertos: una cuna segura, dejar la habitación a oscuras y crear una rutina antes de dormir. Estas acciones se reflejan en un mejor desarrollo, inicio temprano del gateo, emisión de palabras y disfrute de la comida.
Las alteraciones de sueño de los bebés pueden convertirse en un problema complejo con afectación a la familia. Las madres y padres jóvenes, ante este inconveniente, intentan métodos heredados por la tradición, sin resultados. Es frecuente escuchar que “no se lo deje dormir en el día”, con la esperanza de que no despierte por la noche.
Lo cierto es que en la primera fase de vida (entre 6 meses y 2 años de edad), un niño requiere pernoctar mínimo 11 horas, en el período nocturno, y hasta tres siestas en el resto de la jornada. El descanso es una parte fundamental que permite recuperar la enorme cantidad de energía que consume en las actividades cotidianas.
De allí que, impedir el reposo de los menores por la mañana o la tarde resulta contraproducente. Se origina un ‘sobrecansancio’ que deriva en estados de irritabilidad, con potenciales incrementos de despertares por la madrugada. Es importante recordar que todos despertamos en algún momento. Esto es parte de un proceso normal, debido a que se cumple un ciclo de sueño e inicia otro. Pero, pueden presentarse dos escenarios: que el bebé siga durmiendo o que busque un estímulo para hacerlo. Es decir, el seno de la madre, biberón, chupón, arrullo en brazos o el movimiento al mecer la cuna. Lo ideal es conseguir un sueño independiente.
Carolina Gaibor, especialista certificada en sueño infantil, explica tres pasos fundamentales que ayudarán en este propósito. Lo primero es tener una cuna segura, sin nada en su interior (cualquier objeto puede interferir las vías respiratorias, lo que es altamente peligroso). Segundo, la habitación debe quedar a oscuras. Este factor es trascendental por el motivo de que ayuda en la producción de melatonina, que es la hormona del sueño. La luz envía el mensaje contrario al cerebro: ‘es el momento de despertar’. Y, finalmente, crear una rutina antes de dormir. Esto establece una transición entre el día y la hora de dormir.
La experta comenta que una forma de implantar este último punto es mediante acciones repetitivas. Una de ellas es alimentarlo en brazos, con la precaución de que cuando empiece a cerrar los ojos se lo coloque en la cuna. Así asociará este espacio con dormir. “Es necesario repetir el proceso y volverlo a acostar. Hay que llevar adelante un trabajo consistente y paciente, porque estás fomentando un hábito. Al principio costará un poco de esfuerzo, pero el propósito se compensa con la libertad y felicidad de las mamás”, explica.
El impacto de estos buenos hábitos se refleja en un mayor desarrollo, como el crecimiento, un inicio temprano del gateo, emisión de palabras y disfrute de la comida.
Los programas de sueño se enfocan precisamente en implantar esta independencia, para que las noches sean más ligeras. Si la intención es buscar asesoría con un profesional para aplicar una de estas técnicas es recomendable hacerlo a partir de los 6 meses. Antes de esta edad es normal que se despierten o que lacten en la madrugada, es parte de sus necesidades. Siempre mamá estará presente, guiando este proceso.
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