El diagnóstico a tiempo, no automedicarse y que el paciente esté acompañado de un familiar cuando la dolencia avanza, son importantes.
La demencia es una afección que se define como el deterioro grave de la capacidad mental, que interfiere con la vida cotidiana y afecta a cinco millones de personas en el mundo. De ellas, cerca de 35 millones padecen de Alzheimer. En Ecuador, el escenario es muy similar, las cifras oficiales de 2021 reflejan que en el país 100 000 seres sufren de demencia y, de ese total, el 70% registró como causa principal el Alzheimer.
El Dr. Gregory Celis, director médico de Laboratorios Bagó, explica que “el Alzheimer es una enfermedad mental degenerativa, que se caracteriza por la destrucción de neuronas en el cerebro, que produce una pérdida progresiva de masa cerebral. Su origen es considerado hereditario, por lo cual es complicado detectar la patología a tiempo y es incurable”.
El diagnóstico oportuno, como en toda dolencia, es clave. Al ser tratado por un especialista, el objetivo fundamental es retrasar los síntomas. El padecimiento se presenta principalmente a individuos de la tercera edad; sin embargo, existen varios casos de adultos, entre 30 y 60 años, que registran síntomas, porque genéticamente son vulnerables.
Es importante que el paciente no se automedique y contar con el apoyo familiar, para atender las necesidades cotidianas que, poco a poco, estará imposibilitado de hacer. Los síntomas son, generalmente, evidenciados por los familiares, ya que quien padece de Alzheimer no suele notar cambios. Por esa razón, es fundamental que, ante la presencia de uno o varios de estos signos, el entorno cercano de la persona busque ayuda profesional para hacer un diagnóstico acertado.
Los cambios de humor de forma repentina y sin una razón específica pueden ser una alerta. No obstante, es fundamental valorar otros síntomas para tener un panorama más claro de la condición. El paciente presenta alteraciones en sus rutinas diarias, lo que incluye la forma de tratar a sus familiares o su actitud general ante la vida. Los portadores de esta enfermedad pueden perder la noción del tiempo y el espacio.
Otra de las señales es su gran dificultad para planificar actividades, que antes eran parte de sus rutinas diarias, como pagar cuentas, manejar por rutas conocidas o preparar comidas, cuyas recetas las conocían de memoria. Cualquier problema pequeño puede convertirse en un gran reto, pues tienden a magnificar simples contratiempos, porque no pueden encontrar soluciones, ni tomar decisiones acertadas.
Puede suceder que, en distintos escenarios sociales, el paciente no comprende su rol y actúe de forma inadecuada o fuera de lugar. “La persona con Alzheimer puede perderse en este tipo de situaciones, respondiendo de manera agresiva o extremadamente pasiva ante los demás”, explica el especialista.
En algunos casos, pueden presentar dificultades para comunicarse o involucrarse en conversaciones. No logran completar oraciones, recordar, escribir y comprender palabras. Por citar ejemplo, las frases comunes pueden simplemente desvanecerse de su mente y al referirse a una nevera, podrían decir: “ese aparato en el que guardas la comida”.
El seguir un paso a paso, se vuelve tedioso y muy difícil, pueden encontrar complicaciones a la hora de lavar la ropa, apagar las hornillas de la cocina o incluso cerrar las puertas de la vivienda. Es fundamental que el paciente esté acompañado la mayor cantidad de tiempo posible cuando el padecimiento avanza.
Si quiere saber si su familiar tiene indicios de padecer de Alzheimer, revise el siguiente test.
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