Los profesionales de la salud han llevado al plano científico los procedimientos de hidratación de los deportistas de alto rendimiento. Esto demuestra que las contiendas también se ganan en el laboratorio.
Un jugador de fútbol puede eliminar hasta tres litros de sudor en el transcurso de un encuentro. Cuando esta tasa supera el 2% del peso corporal, el rendimiento deportivo se verá afectado y aumentará el riesgo de una lesión. Esta afirmación cobra sentido al explicar que los atletas de alto rendimiento tienen desarrollada –en mayor proporción– su masa muscular, que es rica en agua hasta en un 70%; frente al tejido graso, que no supera el 10%. El dato es referido del artículo ‘Impacto de la nutrición e hidratación en el deporte’ (https://bit.ly/3VXoV8f).
De allí que, ante un notable esfuerzo, el organismo tome el líquido de las fuentes disponibles para evitar la deshidratación. Una de las posibles consecuencias de este proceso es los conocidos calambres, que arrecian cuando un enfrentamiento necesita irse a alargues –por ejemplo–, lo que implica un total de 120 minutos de actividad.
La técnica recomienda que un atleta en competición se hidrate cada 20 minutos, mediante sorbos. Muchas disciplinas, que prevén jornadas extendidas, como el tenis, ciclismo, maratón o media maratón lo permiten. Este no es el caso del balompié. También influye el entorno. Durante el mundial de fútbol del 2022, las altas temperaturas de Catar fueron determinantes.
La MSc. Camila Vela, nutricionista deportiva y funcional, comenta que es preciso garantizar la ingesta de una bebida rehidratante la noche anterior, antes del partido consumir unos 200 ml, en el medio tiempo 500 ml y pospartido otros 500 ml. En el descanso, luego de los primeros 45 minutos “se recomienda una bebida que contenga glucosa monohidratada, que ayuda a recuperar al músculo y que es una fuente de, al menos, 300 mg de sodio”.
En el ámbito profesional este factor es de suma importancia. Cada equipo cuenta con personal técnico, que incluye nutricionistas. Son ellos, quienes se encargan, mediante fórmulas, de calcular la tasa de sudoración. Para esto, se registra el peso de los jugadores en ayunas, antes de la disputa. La operación se repite una vez finalizado el encuentro. La diferencia constituye la pérdida hídrica.
Durante la preparación de un seleccionado nacional, este indicador debe traducirse en datos más específicos. Mediante análisis de orina se determina la cantidad de minerales que han disminuido (sodio, potasio, cloro…), que será necesario reponer. Los valores de elementos químicos nunca serán los mismos de una contienda a otra, por lo que este seguimiento debe ser riguroso para personalizar la hidratación de los deportistas. A este procedimiento, se incluye –como parte de la ecuación– la cantidad de juegos que se sostendrán por semana.
La nutricionista esclarece dos preceptos, que deben ser observados en el medio amateur. El primero es que la reducción de peso, luego de una jornada intensa de ejercicio, obedece a la pérdida de agua y electrolitos, más no a la ‘quema de grasa’. El segundo, el cuerpo envía señales: el sudor salado en forma de polvillo blanquecino es síntoma inequívoco de deshidratación.
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